El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

jueves, octubre 28, 2004

Esa horrible ropa (o quién fuera ellas)

Miro en el metro a una chica de cerca de 18 años que luce feliz su pelo verde, un aro en la nariz y una ropa que parece de los sobrantes del Pequeño Cotolengo. Pienso: no podría ir peor vestida. Y también: se ve preciosísima.

Yo no sé qué tienen las jóvenes de hoy - no me malentiendan, todavía joven, pero precisamente ese "todavía joven" me excluye de la categoría a secas- que en su opinión mientras menos se arreglen, es mejor. Esta suerte de moda de los trapos viejos, que hasta han bautizado como vintage, y con la que imponen sus faldas del año del queso sobre pantalones de la misma fecha puede llegar a ser abrumadora. Lo más escandaloso de todo, a mi modo de ver, es la habilidad con la que arman tenidas de la nada, y lo originales y lindas que pueden llegar a verse.

Confieso que les envidio abiertamente tanto la capacidad como la facha, y la clase con la que lucen cualquier mamarracho como si fuera la mejor creación de Versace (de Gianni, no de su hermana Donatella, por cierto). El gran punto a favor, por supuesto, es la belleza natural, que no se compra en ningún escaparate Zara, por más que soñemos las que vamos camino de la decadencia. Aunque que nos pongamos los últimos capri de la temporada, ¿cómo competir con esas cinturas bronceadas o ese pelo de sirenas?

Todo esto me ha llevado a pensar que las pendex, con su estética homeless, lo que hacen realmente es proclamar su superioridad a través de su ropa tirillenta. Me explico: se visten con cualquier hilacha colorida que encuentran, y se ven, de todas maneras, insuperables. El efecto inmediato es, además de la admiración masculina, la frustración más absoluta de las que ya no estamos para esos trotes. Díganme que no les apetecería verse así de perfectas con una falda de quinientos pesos y un aro en la ceja. Malditas. O sea que su vestimenta es un signo del aplastamiento generacional que, tempranamente, estamos empezando a intuir.

Recuerdo casi con nostalgia esos tiempos no tan lejanos en los que me paseaba por la calle con una minifalda morada escandalósamente mini y escandalósamente morada, y con polainas del mismo color sobre zapatillas negras. Alguien podría decir que me veía bizarra. Es posible, pero causaba sensaciónm y me sentía lo máximo. Ahora, que me paseo con mis pantalones listados y mis poleritas recatadas, no podría lucir tan originalmente llena de estilo.

Podría rebelarme en contra de esta situación y partir a comprar ropa usada, para ver qué tal lo haría. Pero francamente, creo que, como dice mi abuelita, el horno ya no está para bollos y lo mejor será resignarme a que esos tiempos de rebeldía estética se acabaron. Uno que otro fin de semana me permito ciertas innovaciones para consolarme, y no me ha ido mal. En una de esas hasta doy el Ximenazo, aunque no lo creo.

1 Salenas, treguas y catalas:

At 3:27 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

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