El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

martes, noviembre 02, 2004

Aprender a Sentarse con cola

Me quedé con cola. Las elecciones municipales otra vez me dejaron en el bando de los perdedores, y aunque esta vez la derrota fue menos escandalosa, de todos modos me quedo con la sensación de que la mayoría de la gente en mi comuna tomó una mala decisión. ¿Yo equivocarme? No way.

Más allá de mi triste experiencia (por suerte hasta ahora no me ha ido mal en las presidenciales), lo entretenido de todo esto es que los días de elecciones se prestan, entre otras cosas, para coleccionar anécdotas que terminan por alegrarle a uno el mal rato.

En mi mesa, por ejemplo, siempre hay fila. Obviamente es la única en todo el recinto que tiene más de veinte personas esperando su turno para marcar un par de rayas. Pacientemente -no queda otra- me instalo al final del gentío, y ruego que la deshidratación no me mate antes de entrar en la cámara secreta. El recinto es un horno, porque siempre el día de las elecciones es el más caluroso del año.

Detrás mío, una señora con cara de amable inicia una conversación. De puro aburrida y buena persona le sigo la corriente. Hablamos del calor, de la lentitud de la mesa y todos esos lugares comunes que suelen manosearse cuando uno no sabe nada de la otra persona. De pronto, ella dice algo como "al final el único que importa es Cristo Todopoderoso, que gobierna en el Cielo y en la Tierra, ¿verdad?". Y me queda mirando con cara de presión. Intento una salida diplomática, pero no es mi fuerte, y termino respondiéndole que en realidad yo prefiero concentrarme en la elección de personas, porque sobre el gobierno celestial uno no tiene ninguna injerencia práctica. Me observa con expresión de no entender, y por hacer un chiste le digo que sería mejor si también pudiera elegirse a dios. Me río. Ella no. Profundamente ofendida, se lanza en un discurso sobre lo irrespetuosos que somos los jóvenes y cómo el mundo se ha entregado al vicio y al pecado.

Eleva el tono de voz paulatinamente hasta ser un rostro congestionado y vociferante, y yo, mientras tanto, me giro y me hago la desentendida. No estoy para estas vergüenzas. Cuando por fin se queda callada yo ya no quiero hablar con nadie. Una mujer sale de la cámara secreta con sus votos, pero ha pegado la estampilla sobre la colilla con el número de serie. Intenta sacarla, el voto comienza a abrirse y los vocales de mesa gritan a todo pulmón que no puede abrirlo, que vuelva a la urna y lo doble otra vez. Finalmente deposita un estropajo todo roto por los bordes.

Es mi turno, entrego el carnet y me pierdo detrás de la cortina. Voy a marcar mi preferencia y suena mi celular. Está en mi cartera, me demoro mucho tiempo en encontrarlo y, sin pensar en lo que hago, contesto. Mi pololo me pregunta si ya voté y respondo que en eso estoy; afuera, una lluvia de abucheos me hace colgarle rápidamente.

Estoy depositando los votos en la urna cuando una mujer vuelve corriendo y proclama que no ha firmado el registro. La vocal revisa y efectivamente, no ha firmado. Desgraciadamente, las últimas diez personas tampoco han firmado y la mesa detiene sus funciones mientras delibera cómo solucionar el entuerto.

En la tarde, veo a mi suegro con cara apesadumbrada y le pregunto qué le pasa. Me confiesa que olvidó llevar sus lentes al local de votación y que no podía distinguir los nombres. Votó "al achunte".

Al final, la fiesta de la democracia, como dicen los cursis, siempre tiene un buen resto de circo, y lo mejor es tragárselo sin alegar demasiado. En el peor de los casos, le toca a una ser vocal de mesa por decreto o por pajaronería, o aprender a sentarse de medio lado, para no pisarse la cola.

1 Salenas, treguas y catalas:

At 10:51 p. m., Blogger Unknown dijo...

Debo defender, con enorme dignidad, a la honorable casta de "vocales" aquí invocada. Que si la Patria nos ha llamado, ahí hemos estado jorobándonos la existencia con unos especímenes de Pirandello que se repiten elección a elección, y todo por no caer en manos de una supuesta acción judicial, que la levantada temprano al menos 2 fines de semana no la devuelve nadie.

Lo malo es que increiblemente uno se encariña y después algunos de los ejemplares no llegan al siguiente comicio y los echamos de menos, y al cuadrar el registro uno descubre en el libro maestro algo así como "Eliminado-Fallecido". Mala cosa ¿no?

Espero aparecer vigente en el libro maestro en las próximas elecciones, y que mis compañeros no tengan que decir "y...era buen chato el desordenadito ese, ¿no?, y se lo llevó el Señor. Somos nada, ¡carajo!"

pero con cola...desde el "NO" ¡jamás!

 

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