El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

martes, abril 19, 2005

Corazón

Nota aclaratoria: Medité mucho sobre si debía o no incluir este escrito en este blog. No tiene que ver ni con el tono ni con las temáticas de las otras. Pero decidí ponerla porque es tan mía como las otras, con los riesgos que implica. O sea que perdonen la tristeza, como dice Sabina, y ya volveremos a lo nuestro.

Esto es lo que me pasa: bajo el volumen de la televisión, apago la luz y me giro, abrazando a mi mono Tulio Triviño. La tela de su cuerpecito contra mi pecho hace que mi corazón suene más fuerte. El silencio me hace consciente de su existencia. Entonces siento cada latido como un golpe de tambor, como un espasmo horriblemente trabajoso y fuerte, como una maratón adentro de mis costillas. Y me da miedo.

Pienso en el momento en el que se puso en marcha, en la cantidad de veces que debe haber recogido y bombeado mi sangre, en el trabajo que le espera el resto de mi existencia y me da vértigo. Aprieto más fuerte el muñeco, trato de no respirar por un par de segundos y entonces el sonido se hace más poderoso. Temo que explote, que se detenga de pronto, que haga una huelga de sangre procesada y eso sea todo.

Pienso en el corazón de mi abuela, que lleva mas de 90 años de trabajo y todavía no se cansa, y comienzo a tranquilizarme. Cierro los ojos, busco el sueño al otro lado de los párpados y justo entonces me acuerdo de las personas cuyos corazones han desertado. Me parece irrisorio que mi vida dependa hasta tal punto de ese pequeño musculito, de esa vasija que se llena cada segundo, de esa mínima estructura que mi güely les saca a los pollos y se come.

Pienso en los hombres a los que he amado y es entonces cuando más temo, porque me parece que tengo cada vez menos espacio, y que ya he copado la cuota posible. Me parece que la sangre fluye más trabajosamente y los latidos se hacen furiosos. Me parece que la contracción se hace violenta, escupiendo todos los nombres que intento recordar y no recordar.

Pienso en las personas que han amado mucho. Mucho más que yo, que soy una egoísta, desde luego. A esas personas a veces les han disparado en el corazón, tal vez para que dejen de amar. Yo, francamente, creo que el amor, si está en algún sitio, es en el estómago. Me convenzo de que tengo razón y desplazo mis afectos del pecho a la guata. Pero no termino de estar segura.

Pienso en los hechos que podrían hacer que mi corazón explote. Hay varios, y cada vez que doy con uno, la garganta se me estrecha y tengo más miedo. Respiro profundo, empiezo a contar los golpes. Pero no puedo, porque cada latido son dos golpes. ¿Contaré golpes o latidos completos? ¿Contaré diástoles? Cuento el movimiento completo, sumo maquinalmente. Cuando llevo 31 latidos pienso en ti. Al llegar a los mil estaré durmiendo y tú aparecerás. Sacarás a Tulio de mi lado y te acostarás en su sitio. Me destaparás suavemente y me apartarás el cabello de la cara. Pondrás tu mano izquierda en mi pecho y yo seguiré durmiendo. Me dirás algo al oído. Entonces, mi corazón estallará.

0 Salenas, treguas y catalas:

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