El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

viernes, agosto 12, 2005

Convención de hombres

Anoche tuve un sueño que podría parecer perfecto, pero en rigor era terrible. Era una isla del fin del mundo (o sea acá mismo, a la vuelta del mapa), en terrenos tan verdes como despoblados. Era una especie de fiesta enorme, algo como el banquete de Babette (ya sé, ustedes son muy jóvenes para haberla visto, pero qué demonios, me gustan las películas viejas), un encuentro de mucha gente. Sobre todo, de hombres. Y eso, que suele ser la fantasía de muchas, era en realidad una pesadilla: todos los hombres que he querido, que quiero o que pienso querer estaban en el mismo sitio, conversando entre ellos, como en un cuadro surrealista, como en una despreocupada velada del espanto.

Debe haber sido un delirio gatillado por varios factores: 1) La sucesión de merlot, pinot y cabernet que bebí recientemente en El Parrón, aun no estando acostumbrada a beber, por lo que todavía puedo sentir los efectos. 2) Mis ganas de encontrarme con el Gigante, que se vieron frustradas cuando vi que mi trabajo se extendía más de la cuenta. 3) Mi inauguración de una nueva cama, que desató mis lujurias más recónditas –triste, porque el estreno fue totalmente a solas-, y que, supongo, terminó por convocarlos a todos juntos.

¿Saben lo que puede ser que esos ex-actualesy/o-futuros estén en un lugar común, conversando, comentando anda a saber tú qué anécdotas, discutiendo de política? Incluso había un hombre de 57 años, que me abrazaba cada cierto tiempo ante el horror confirmado de mi papá y mis ganas de hacer como que nada.

Para mí, lejos de un episodio erótico, o siquiera de alta autoestima, era la vulnerabilidad misma. Ellos conocen tus fortalezas, tus mentiras y tus cobardías, cada uno tiene un trozo de ti, trozos que sumados terminan por desarmarte y amenazarte. La intimidad que había tenido con cada uno de ellos, y que permanece como un guijarro subterráneo, como una chispa secreta, se ventilaba abiertamente, y mi vida afectiva se vaciaba así de todo sentido. La instantaneidad de todo el amor de mi vida era en verdad monstruosa.

Recuerdo vagamente que me perdía en la isla con el Gigante, y que iba a buscar al Coloso, que esperaba en un taxi. No sabía cómo volver, el Castor esperaba en la casa con el resto y no había celulares. Ni redes posibles, porque allí nadie era amigo de nadie, todos estaban unidos a mí por diferentes motivos, algunos más que otros, unos antes que otros, pero la comunicación era una sucesión de monólogos, y yo una desesperada más con el corazón en vitrina.

Por otra parte, cualquier gesto de ternura hacia alguno era imposible. La publicidad de la situación impedía todo acto. Un movimiento, un solo movimiento y todos esos hombres –la mayoría de ellos exiliados de mis emociones hace bastante- tendrían el flujo de mis sentimientos en sus manos, sabrían todo sobre mí, porque somos siempre un poco lo que amamos. Qué situación de mierda.

Menos mal que me desperté. En total soledad. “Es lo malo de mezclarlo todo”, alcancé a pensar antes de bajarme de mi nueva cama. Por una vez me pareció que el tiempo hace bien en guardar a cada uno en su lugar.

3 Salenas, treguas y catalas:

At 3:43 p. m., Blogger unsologato dijo...

Hace unos años te habría nombrado miembro honorario de la Oficina Internacional de Investigaciones Oníricas, pero ahora tendrás que conformarte con un saludo felino y una sonrisa de gato de Cheshire...

 
At 1:09 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

vaya... por estas horas díficil tener un sueño erótico... sólo aquellos bordeando XXX... :S
Buen blog.
Abrazos.

 
At 6:45 p. m., Blogger Explorando dijo...

lo malo con los sueños es que hacen lo que quieren, y a veces nos lastiman

 

Publicar un comentario

<< Home

Creative Commons License
Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.