El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

viernes, agosto 05, 2005

Dieta


Hoy inauguré mi dieta número 220 en este año. Ya sé que no suena muy auspicioso, y si lo escribo es precisamente para obligarme a cumplir conmigo misma. Con horror veo navegar la aguja de la balanza por cifras irreproducibles, cada vez más altas, como si se tratara de una carrera por ganar kilos. Me empiezo a sentir como Bridget Jones, aunque sin galanes, por desgracia.

Esto de las dietas es perverso y cruel, pero no hay opción. Es como depilarse: a nadie le gusta pero todavía no se inventa la moda afelpada para las mujeres. Claro que la cera duele, pero no da hambre, y eso hace que para mí sea más fácil estar tersa que delgada. Además, la invariable regla de Murphy hace que en el exacto momento en el que uno se propone bajar de peso, todo el resto del mundo inicie orgías gastronómicas enfrente.

Hoy, por ejemplo, me levanté con un solo pensamiento: no comer. Casi obsesionada con esa idea, partí a tomar desayuno con mi amigo Gigante –mal comienzo para un régimen. Pedí un café, sin azúcar y me dispuse a la tortura matinal. A riesgo de perder el colon, bebí ese amargo brebaje imaginando que se trataba de jugo de frambuesa (no resultó). Ante mis ojos, mi partner se extasiaba con un sándwich jamón-queso, chorreante, humeante, crujiente. Ñam.

A las 12:30 mi estómago era un carnaval de reclamos, y el café me mordía por dentro. Obligada por las circunstancias, tomé un yogurt dietético, tan malo como el café sin azúcar, pero a esas alturas me daba lo mismo. Juro que hasta lo encontré sabroso. Gracias a eso subsistí hasta el almuerzo, hora en que una sopa china -¡más líquido!- vino a disimular mis ganas de comerme una tarrafajita o unos sorrentinos de ricota. El resto lo he subsanado con botellas de agua. Parezco una cama líquida, camino y sueno, mi guata es una piscina y esto recién comienza.

No debo haber bajado ni medio gramo y ya quiero lanzarme a las galletas para olvidar este día terrible. Para colmo de males, mañana tengo un matrimonio –que no es el mío, por suerte, que con vestido blanco parecería una torta de merengue-, y no sé de qué modo voy a resistir. Estaré salvada si sirven mariscos o sushi. Una posibilidad es que me emborrache con el cóctel inicial, así estaré demasiado borrada como para comer. Claro que eso podría hacerme perder al amigo que me invita. La otra opción es dar vuelta el plato como distraída, para no tener alternativa, pero seguro que me traerían otro. O ponerme una gargantilla MUY apretada, de modo que me impida tragar.

No crean que esta es una experiencia nueva para mí. Lo he vivido varias veces, algunas con relativo éxito. En la universidad, por ejemplo, podía pasar la mañana entera con una botella de cocacola light y un bigtime de fruta. Pero eran otros tiempos, y mi amiga Ivonne me acompañaba en las buenas intenciones. Almorzábamos un deslavado budín de verduras, con una vienesa cuando queríamos golosear, y luego nada hasta la noche. Una manzana, cuando mucho. Hubo otro tiempo en el que mi almuerzo era una leche cultivada y un paquete de ramitas. No era nutritivo, pero servía para bajar de peso.

El problema extra es la plata. En la universidad, comer poco era también un modo de ahorrar. No podía comprarme todos los postres, porque además de engordar me quedaba sin lucas. Ganar un sueldo –así sea misérrimo- me ha permitido darme algunos gustos, que también se han trasladado a lo gastronómico. Eso es una catástrofe.

En este segundo odio minuciosamente a todas las idiotas que pueden comer cualquier cosa sin temer el ataque de los rollos, la raza maldita que parece no digerir nada. He comenzado mi batalla contra mi propio expansionismo. Ya les contaré cómo me va; hasta entonces, no me inviten a cenar.

1 Salenas, treguas y catalas:

At 11:02 p. m., Blogger principio de incertidumbre dijo...

Adhiero a la cruzada Bridget Jones, y también odio a esas minitas que comen de todo. ¿Dónde está la Santa Inquisión para asuntos verdaderamente importantes?

No sé viene al caso, pero, no hace mucho, los físico descubrieron que el universo (al contrario de lo que se creía) se sigue expandiendo. Tal vez estemos hechos a semejanza del universo.
Cuando alguien te diga "rellenita" decile que es consecuencia del natural desarrollo del cosmos.
Un saludito,

 

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