El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

miércoles, agosto 03, 2005

Tres escritores feroces y una cronopio lectora


A modo de prolegómenos: los personajes de esta historia son reales. Sin embargo, sus identidades han sido protegidas para resguardarme de potenciales portadas en LUN y de invitaciones a SQP, Primer Plano y cuanta cosa farandulera existe.

En general pensamos en los escritores como personas serias. Quiero decir que hasta hace algunos años imaginé que los autores de libros eran gente bromista, irónica, pedante, pero en general no tan desmedida como el común de los mortales. También creía que eran relativamente inmunes a los ejercicios de ego inútiles, que muchos de ellos habían encontrado la sustancia de la vida. Todos estos pensamientos ingenuos comenzaron a venírseme al suelo cuando me puse a escribir. Era claro que si yo, que soy una tipa enferma de contradictoria, competitiva y absolutamente ordinaria, podía mezclar letras con mediana habilidad, cualquier otro idiota también podía, lo que implicaba que un escritor es, a fin de cuentas, cualquier cosa menos un elegido.

Si mi razón dictó ya hace mucho que los ‘cagatintas’ son personas absolutamente corrientes, con la salvedad de que pueden contar sus perversiones y frustraciones de buena manera, mi espíritu primitivo ha mantenido, sin embargo, cierta predilección ilógica por este tipo de hombres. Escritores de mi edad he conocido algunos, aunque por cierto, todavía no son leyenda. Tal vez por eso sea que me han parecido sensatos, sensibles y buenos amigos. Mi mala opinión respecto de los ‘famosos’ es, en cambio, la que se ha acrecentado.

Mi primera experiencia del tercer tipo (no grado tres, ojo) con un escritor la viví hace cerca de dos años. Trabajando ya en cultura, me tocó entrevistarlo, recién llegado de una misión diplomática bastante polémica (¿adivinan?). El asunto fue más entretenido de lo que esperé. Era un hombre simpatiquísimo, amable a pesar de la fama, y yo había preparado mucho la entrevista, de modo que quedamos mutuamente bien impresionados. Aseguró que en adelante podía pensar en él como “mi amigo” y que lo tuteara. Salí flotando del encuentro, intelectualmente hablando.

Aunque sobra decirlo, lo diré de todos modos: no me gustaba. Es un tipo de alrededor de 70 años, como de 150 kilos de peso. Comprenderán que no respondía precisamente a mi prototipo de ‘mino’. Poco tiempo después él ganó un importante y millonario premio internacional. Lo celebramos con un almuerzo en el Atelier del Parque, donde me regaló, además, un mega libro de Mario Toral, que me tuve que llevar a duras penas, porque pesaba aproximadamente lo mismo que yo. Ese día me di cuenta de que sus sentimientos hacia mí no eran del todo “amistosos”, a juzgar por el correo que recibí de él a las pocas horas. Su libidinosidad fue in crescendo, yo comencé a evitarlo, pero cuidadosamente. Tampoco es llegar y enemistarse con uno de su talla. Sus intentos incluyeron regalos varios –nada excesivamente suntuoso, en todo caso-, abrazos a la menor provocación, patéticas tomadas de mano a lo pololo en plena calle y un beso en el cuello que fue mi límite. Dejé de contestar sus mensajes. Este año tuve que entrevistarlo de nuevo. Hice acopio de valor y le escribí. Nos juntamos otra vez. Me llevó un regalo otra vez. No paró de insinuarse otra vez. Perdió, de ese modo, ‘amiga’ y lectora. No puedo tomar sus libros –que solía disfrutar- sin una profunda sensación de repugnancia.

Lo segundo fue menor: un poeta conocido, sureño, pero que vive en Estados Unidos, enseñando en cierta universidad que no nombraré. Su poesía es una de mis favoritas, por sus giros, coloquiales, por su diversidad de temas, por su ingenio. Ahora que lo pienso, más que poeta, bien podría haber sido una versión caucásica de Felo. Same old story: entrevista, tus preguntas son muy inteligentes, gracias, me encanta su obra, qué poemas tan lindos tiene, son para engatusarte mejor, qué habilidad de palabra tiene, es para convencerte mejor, qué ironía tan aguda tiene, es para comerte mejor. Dame tu número para preguntarte nosequé de la entrevista, ¿aló, quieres almorzar? y todo eso. Mismo modus operandi, como si se hubieran pasado el dato o hubieran ido a una escuela de verdes depravados. Huí a tiempo, eso sí, apenas vi el maligno brillo de sus ojos azules al ofrecerme postre.

Lo último ocurrió hace sólo una semana. En honor a la verdad, hay que hacer salvedades: se trata de un tipo considerablemente más joven que los septuagenarios anteriores. Sus 44 me parecen casi tiernos en comparación con los seniles malpensados. Lo otro: no fue jamás ni grosero ni evidente. Se lo tomó con calma, a pesar de que su visita a Chile era sólo de 5 días y luego regresaba a Sevilla. Resumamos: la consabida entrevista, la consabida buena onda, el consabido llamado, la consabida invitación. Y sus dobles intenciones detrás de tanta galantería. Claro que en este específico caso no me molestó –y esa es la tercera y más importante diferencia- porque él me parece de lo más atractivo. Puedo decir que fui la última persona con la que estuvo en Chile antes de ir al aeropuerto. Me regaló un libro con una bella dedicatoria, me leyó dos de sus cuentos, me cantó muchas canciones de Pablo Milanés, Silvio y Aute. Me hizo cariño en la cara y en el pelo. Era guapo y olía bien. Nos hemos seguido escribiendo.

Aunque mis tres experiencias han sido diferentes, hay una constante que me inquieta: la paradoja de que, encontrándome todos ellos inteligente, hayan tenido sin embargo una fijación carnal conmigo. ¿De qué sirve entonces pensar? ¿Cuál es la ventaja de tener cerebro si ellos se fijan en mi escote? ¿Cuál es la diferencia entre la mujer que busca un escritor y la que busca un futbolista? Tal vez piensen que una chica que aprecia lo intelectual no se fija en el aspecto, cosa que es bastante relativa. Creo que en lo sucesivo, y a menos que tenga certeza de que se trata de escritores jóvenes, haré mi trabajo por teléfono. O haré que mi admiración cierre la boca.

1 Salenas, treguas y catalas:

At 9:52 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Pero que quieres!!!
Eres bonita, inteligente y muy muy coqueta, "a buey viejo, pasto tierno", es perfectamente natural lo que te pasa. Le pasa a las feas y no te va a pasar a ti.

 

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