El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

viernes, diciembre 22, 2006

Entresabinas (o la vida no es una puta canción)

A J.S., por las más de cien mentiras para no cortarse de un tajo las venas.


Ximena tuvo un sueño el martes que viene:
rodando por peldaños de caracol
aterrizó en un laberinto de andenes
diciendo adiós a los trenes que pierdo yo


En primera fila, lo ve fumar aplicada, alegremente. Y se contagia de humo, de risa. En primera fila, tiene una rosa que le entrega apenas puede; Joaquín se inclina, sonríe y le lanza un beso. El beso del desquiciado que viene de vuelta a la desquiciada inaugural. En primera fila, se siente capaz de quemar todas las naves si es preciso, de azotarse contra la pared a mil por hora, sólo para saber si es posible volar. Afuera, la noche grita su hambre de riesgo. Es temprano en abril: la demente y el amurallado tienen una cita.

En mi casa no hay nada prohibido
pero no vayas a enamorarte,
con el alba tendrás que marcharte,
para no volver
olvidando que me has conocido,
que una vez estuviste en mi cama...
hay caprichos de amor que una dama
no debe tener.


Y todo sale como en las canciones: el vértigo de encontrar, el orgullo de gustar, el milagro de coincidir, la delicia de encajar. Se puede morir de abandono como de cualquier cosa. Qué carajos importa. El amurallado abre uno que otro ladrillo, el cuerpo exige luz, exige agua, exige ser voz. La demente gira la nuez del revólver: ruleta rusa. Y el sonido seco antes de comprender que la vida no es una canción.

No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió.

Toma mi dirección:
cuando te hartes de amores baratos, de un rato, me llamas.


Lágrimas como fábrica de sal, noches polares, invierno persistente sin un mal beso que llevarse a la boca. La demente revuelve la ciudad como un basurero. Y la ciudad es un mundo cuando se ama a uno de sus habitantes. Cumple puntualmente en horas de trabajo, quién lo diría. Después, hace horas extra con el espanto. Y los putos recuerdos como un corchete en la garganta.

Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.


El amurallado se vuelve fortaleza; la demente, desamparada. Se pierde de los espejos y de los sitios en que estuvo. Dijo adiós demasiado. Bajo su puerta, la cuenta del corazón: corte en trámite. Mierda. Octubre queda tan lejos del otoño.

(El desamparo y la humedad
comparten colchón)

¿Quién me ha robado el mes de abril?


En primera fila, lo ve fumar aplicada, intensamente, y se contagia de humo, de melancolía. En primera fila, tiene las venas llagadas de espinas que a nadie mostrará. Joaquín se inclina, se saca el sombrero y desgrana dolores. El dolor del desquiciado que empieza a creer de nuevo a la desquciada final. En primera fila, siente el alma cerrada por derribo. Se sabe malviviendo irremediablemente con su íntima enemiga. Afuera, la noche grita su hambre de riesgo. Es tarde en diciembre: la loca y el triste no se encuentran más.

Telarañas en la ropa,
tigres en el balcón,
alacranes en la boca
miedo en el corazón.

martes, diciembre 19, 2006

Diálogo surrealista


-Buenas salenas, cronopio cronopio.
_No, malas, muy malas, cronopio cronopio.
-¿Nimiedad, lágrima, hambre o malegría?
-Sí.
-Triste cronopio, triste.

Y se abrazan llorando, pobrecitos. Se han comido todas las alcachofas de las paredes, y nada. El tiempo ha ignorado importantemente las lógicas del olvido y los cronopios, esos seres húmedos y frágiles, bailan para darle ganas al cuerpo pero se detienen a la mitad con la trompa estirada y los bracitos caídos.

- No funciona esta máquina desganada -dice uno, que es en realidad una cronopio.
- No -dice el otro (que es otra).

Se miran en silencio.

-Lindo ser triste contigo.
-Y sí.
-Te quiero, idiota.
-Te quiero, desamparada.

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