El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

miércoles, julio 30, 2008

Noticias de oriente

A mi mamá

Me dicen que soy china. Que hubo un factor genético no considerado. Me ofrecen un examen para saber qué soy. Me pregunto si será tan fácil como saber porqué tengo los ojos rasgados. Creo que no es eso, la identidad.

Me dicen que tengo un pie en el oriente. Pequeñito. Que alguien vino a sembrar. Que una brizna de cereal cayó al lado del camino y se convirtió en mujer. Que esa mujer fue agua, y que una gota me la dio a mí.

A pesar de hablar otros idiomas, no sé qué decir.

Dicen que me antecede un secreto.

Mido la profundidad del origen; encuentro la hondura de mi existencia en los párpados de mi madre, y empiezo a querer de frente a mis genes inciertos.

Cronopio escuchando Menos tu vientre (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)

Y también:
Milonga del moro judío (Jorge Drexler)
En un bosque de la china (canción tradicional)


martes, julio 22, 2008

Pesadillas


"Nombres que vienen, sombras con máscaras.
Cúrame del vacío --dije. (La luz se amaba en mi oscuridad.
Supe que ya no había cuando me encontré diciendo: soy yo.)
Cúrame --dije."

A. Pizanik.

"Aquí estoy, aquí estoy", dices de noche, cuando las pesadillas. Siempre pesadillas de abandono. Siempre de partida. Siempre pesadillas de adiós. Aquí estoy. Y cada vez esa voz trayéndome de la pena a la realidad. A la madrugada en que tu pierna y mi pierna son parte de la misma trenza, en que hay un pecho en el que descansar y se puede uno reír de tanta adversidad.

Aquí estoy. Y luego, una noche, pesadillas de las que me escapo apenas, hasta abrir los ojos, y extender el brazo en una cama vacía, muda.

Constatar la realidad también como una pesadilla.

Lo que perdí tantas noches se hace día, y lo pierdo otra vez.

Me palpo, entumida y fría. Me aprieto contra mis brazos. Y me calmo a mí misma: aquí estoy.

Cronopio muerta de pena, escuchando La despedida (Shakira)

viernes, julio 11, 2008

Cumbia para adormecerte


“De todas las cumbias que canto
esta es la más preferida
porque un día la canté
para dejarte dormida”

Tommy Rey

“When we dance
angels will run and hide their wings”

Sting

Tommy Rey y su sonora suenan en vivo. Medley de las canciones que siempre condensan en una sola y larga secuencia. Es medianoche y se ha instalado la fiesta en la cena institucional. Bailo con el garzón que todos los días hace andar el café con leche de la mañana. Por fin no está sirviendo, sino servido.

Muchachita, muchachita, la peineta, ponete al pelo, y me balanceo desprevenidamente, seguramente giro (¡gírale!), pobre caminante, que cansado va… y entonces, de súbito, desde el fondo del 99, o del 2000, o del 2001 o de cualquiera de los años que le siguieron hasta el 2006, viene, de todas las cumbias que canto, la que es mi más preferida, porque un día la cantaste para dejarme dormida.

Y te veo con un cigarro entre los dedos, o con un ron añejo, o con ambos, tal como te vi la primera vez, en un antro perdido (cerveza y cigarro en la mano izquierda, pelo largo, chaleco artesanal, entrando por la puerta con tu altura jurásica, tus dientes como estandarte y tus pecas insolentes). Te veo cantando con la boca torcida, cumbia para adormecerte, con ese ritmo envidiable y aquel vaivén de álamo.

Cierro los ojos, transportada, y no bailo más con el garzón: bailo contigo, dos minutos, nuestra cumbia más preferida, que siempre siempre siempre nos hizo tanto reír.

Suenan luego los primeros acordes de El Galeón Español. Abro los ojos, todavía ebria de antaño, pero entro en la realidad de a poco y, con una sonrisa de alegría presente, comienzo a girar otra vez.

Cronopio escuchando medley con Cumbia para adormecerte (Tommy Rey)


Y también:
When we dance (Sting)

viernes, julio 04, 2008

Bici en el Sena


"De una ciudad no disfrutas las siete
o las setenta y siete maravillas,
sino la respuesta que da a una pregunta tuya."

Ítalo Calvino. Las ciudades invisibles.

Apenitas eso, cuando digo París. Libros. Parques. Cafés. Un panini de cuatro euros cada mediodía. Un restaurant, un bar, alguna vez. Caminar con mi ropa sudaca, con mi acento sudaca, con mis rasgos sudacas, las grandes calles del primer mundo. Trepar edificios sin ascensor. Leer en español y en francés. Navegarse, río adentro, con las luces del atardecer.

Apenitas eso. Porque el turismo de los almanaques es el cliché de la tarjeta postal. Porque penetrar una ciudad es contaminarse de olores y temperaturas, transitar las estrechas veredas de noche y oír con voyerismo auditivo lo que murmuran las bocas; es estrellar los ojos una y otra vez contra la sorpresa. No la de los monumentos, sino la de una cotidianeidad que te es ajena y que de pronto te empieza a quedar bien.

Apenitas eso. Porque no fue sobre la Torre Eiffel. No fue en un aposento lujoso del Moulin Rouge. Ni siquiera en el tiovivo de Montmartre, donde se mecía Amélie. No fue en el jardín de las Tullerías ni en los Campos Elíseos. No fue tras una lente fotográfica ni en una vidriera de Rivoli.

Fue apenitas sobre una bici púbica, junto al Senna, que comencé a amar París.

Cronopio escuchando Sous le ciel de Paris (versión solo de piano jazz)

Y también:
Mon manège à moi (Edith Piaf)
Bicycle Race (Queen)
Si maman si (France Gall)

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