El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

jueves, noviembre 30, 2006

El club de las idiotas desamparadas


Yo en boca de la muerte, insomne y consecuente en mi oficio de idiota desamparada"

Alejandra Pizarnik

Habría que consignar que el origen del club está en un libro blanco. Un libro blanco demasiado negro, que ella buscó por toda la ciudad hasta hallarlo en el sitio menos imaginable de todos. Adentro estaba la frase, y la retuvo, porque tenía la convicción de que era una de esas formulaciones que vuelven y vuelven, como los sueños en los que se llega tarde a un sitio muy importante.

Meses más tarde, cuando en todas las veredas se caía en pedazos de alma, encontró a otra igual de fragmentada. Le escribió la cita del libro blanco, y en ese momento, sin verbalizar, se fundó el club de las idiotas desamparadas. A X e I (fundadoras) se sumaría más tarde J y, mucho después (pero no con menos intensidad), C.

El club de las idiotas desamparadas suma gente, aunque la intención de las agrupadas sea siempre que no lleguen más. Los ritos son importantes: se juntan con nimiedades en los bolsillos o entre las pestañas, y las vacian en la mesa común. Entonces, todas las otras sacan sus martillos de la boca, y las rompen en mil, las examinan, las huelen, las escupen, las pesan, las microscópicamentemiran, las intercambian y las evaporan. A cambio, entregan citas de las más variadas, canciones terribles, comida sana o nociva, prospectos de venganza y recuerdos del futuro que no existirán.

Las idiotas desamparadas se juntan y logran que de la suma de lágrimas resulte risa. Es un raro fenómeno matemático emocional, uno de los oscuros consuelos que evocan cuando, de vuelta en casa, de la súma de lágrimas sólo consiguen líquido y una pequeña cantidad de sal.

Un requisito insoslayable en esta hermandad es mentir. No a las otras, sino a sí mismas. Mentir para sobrevivirse, creerse el espejo que con sus ojos dulces hacen las otras, confiar en la mejoría, en el progreso y jurar que no se piensa ya más en los protagonistas de los desamparos. Las otras, en este momento, respetarán la palabra de la mentirosa, y harán como que le creen, agregando trazos al diseño falso y apoyando las cada vez más idiotas decisiones por las que toda idiota desamparada transita.

Como los patos, las idiotas desamparadas avanzan en diagonal, y si hacen progresos individuales se ponen a la cabeza de la pena, y logran mover a las otras hacia posturas menos drásticas, sacar un cuchillo de una vena, rescatar una píldora en una garganta.

Cuando dejan de ser idiotas desamparadas, se embriagan con las otras y festejan por una larga noche. Luego la ex idiota desamparada las abraza a todas y se lleva consigo un pedacito de cada desamparo, para ayudar a llorar.

lunes, noviembre 06, 2006

Desde el balcón

Soy una astilla del árbol que voló en llamas. Soy la ceniza tras el cielo de chispas iluminado. La pregunta que pide cuentas por el despilfarro y el destrozo, la nada cortante que responde. No es haberte perdido: es haber muerto entre espasmos con esa pérdida y verte tan jodidamente indemne.

Tú, desde el balcón, viste como sucedió todo. La demente se arrojó del piso 10 porque alguien dijo que tenía alas. Ella creyó, y bailó en el aire un microsegundo antes del vértigo y el terror. Luego los huesos tendieron hacia abajo, y sonó nada más que el crujido del invierno abierto.

Tú, desde el balcón, presenciaste el vuelo malogrado, miraste la hora, anotaste la fecha y te tragaste un cigarro.

Un día pasas por la vereda y te tropiezas con el cuerpo. Tú, como buen ilusionista, disparas un chiste (estallan las risas), haces una maroma y sacas del bolsillo una mariposa muerta, un conejo y una ardilla.

Y partes, sonriente, amnésico, hacia la vida.

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