El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

miércoles, septiembre 20, 2006

Contra las cadenas alimentarias


El extra sabe rugir. Hace un sonido parecido al de los lobos furiosos en las películas, tal vez dándose aires de salvaje, pero en realidad a ella le parece de pronto, a la luz de la luna en desgaste, una hiena y punto. Nada contra las hienas, por cierto, salvo que alguien, alguna vez, decidió que ella era en verdad una leona. Y aún en este momento de ver el rostro afiladísimo y lleno de dientes del extra abalanzándose sobre su carne, le parece que lo que está sucediendo es adecuado.

Adecuado, porque las hienas sólo comen lo que ha muerto hace un tiempo, lo que se descompone, lo que no es más. Adecuado, porque confirma la sensación de gusanos en el alma.

"Entonces sí estoy muerta", piensa, y deja que el extra se pasee por la carroña a placer, con la indiferencia de un bistec en la sabana. Entiende de súbito que las cadenas alimentarias a veces se trastocan, y que puede una ardilla huidiza asesinar a un depredador con el roer de dientecillos diminutos, con ojos de síntesis, con silencios estridentes. Que puede un asesino redento ser voluntariamente despedazado en las puertas de la primavera, sin nada más que un rugir ajeno, unos ojos ausentes y unas encías que no paran de sangrar.

sábado, septiembre 02, 2006

Gramática

Querido sujeto,

Yo amo. Para ser exacta, debo reconocer que la primera persona singular ha sido tragada por el verbo sin piedades, y ahora, sin que entienda exactamente el modo, ha quedado nada más que el amo. El amo como forma conjugada, desde luego, pero no descartemos el sustantivo.

Sé que te suena complejo en términos gramaticales. Lo que pasa es que el plural te parece imposible en este momento. Yo lo entiendo, siempre lo entendí. No era ese el problema, sino las terceras personas. Para qué hablar de eso.

Siempre se trató del pretérito imperfecto, en el fondo, y de la manera en que elegiste seguir conjugándolo. Aunque tratáramos de saltarnos esas oraciones malcubriéndolas con el imperativo en su forma negativa, el presente era totalmente indicativo, y se rebelaba contra tanto decreto estructural.

Al fin, era inevitable que entraran a debocarse los posesivos, y en eso asumo el error. Era complejo, tú me entiendes, hablar sin formas marcadas, en neutro, sólo con artículos indefinidos. Y yo fui asustándome de tanto sujeto tácito, de la ausencia total ya no de futuro perfecto, sino siquiera de condicionales, ¿comprendes?, y fue entonces cuando empecé a creerles demasiado a los complementos circunstanciales, y me perdí en el tiempo y el lugar menos adecuados para ese final.

No pudiste perdonarme el desmande, claro, y en vez de manifestarlo en los términos más adjetivos que pudieras -habría sido lo sano, creo yo-, convertiste mis palabras en frases subordinadas, y cancelaste de inmediato toda estructura copulativa entre la primera y la segunda personas.

Quedé yuxtapuesta apenas hasta en tus apelativos, buscando un ilativo que me reconectara aunque fuera con tus verbos transitivos o reflejos. Pero nada.

Así empezó a esfumarse el sujeto hablante y a crecer el predicado y el complemento directo, no sé si me entiendes, y de repente me encontré diciendo 'amo', con una preposición y un sustantivo propio que no diré acá, pero que conoces muy bien. Así que no vengas ahora a darme lecciones de lenguaje, ¿quieres, por favor?

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