Separación

Cuando ella se separó, las otras sintieron que el mundo se les venía abajo. No es que fuera tan amiga, aunque lo suficiente para que su suerte les apretara el vientre. Con todo, el tema era otro: ella era de esas que no se separan. De esas que, crucifijo en mano, están dispuestas a tolerarlo todo con tal de no dividir una familia ni dar mal ejemplo a las hijas.
No le pidieron detalles. Estaba claro que si alguien eligió la separación, no fue ella. Y hablar de eso, cuando se ha sido y creído la postal de la familia perfecta, duele muchísimo.
Por eso las otras se echaron a temblar. Hicieron inventario de sus activos y eran bien pocos, bien pobres: ni eran católicas ni eran dóciles. No estaban dispuestas a todo, aunque más de una vez hayan sido perfectamente avasallables, hasta la vergüenza.
Cuando hasta las que hacen de la fe una montaña quedan debajo de la gruta, ¿qué queda para las descreídas, las ilusas, las ateas, las torpes, las boconas?
Qué queda para las que son apenas un destello, que enarbolan nada más que una palabrita, amor, como una hojita al viento?
Cronopio escuchando Hoy me hace falta verte bien (Lisandro Aristimuño)