El Refugio de los Cronopios


"Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio."

Julio Cortázar

jueves, enero 28, 2010

Vértigo



vértigo. (Del lat. vertīgo, -ĭnis, movimiento circular).

1. m. Med. Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean.
2. m. Med. Turbación del juicio, repentina y pasajera.
3. m. Apresuramiento anormal de la actividad de una persona o colectividad.

~ de la altura.

1. m. Psicol. Sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona.



Tenemos vértigo. Boquita pintada y yo tenemos vértigo. Hemos hablado de esto mucho. Lo hablo también con la dientona, sólo que con otros nombres. Pero pasa igual, esto de tener tanto miedo a la caída. Tanto miedo como para lanzarnos desde lo alto con tal de eliminar la tensión.

La gente se suicida de vértigo.

La gente cae de los balcones, se precipita hacia el suelo, dispara contra sí misma o contra los otros. El vértigo no se parece tanto como uno creería a la locura. Por desgracia. Pero está lleno de pánico.

A veces, incluso, tenemos vértigo ajeno. Y cuando más alto estamos, o cuanto más cerca estamos de algo insondablemente hondo, más vértigo hay.

Y entonces damos vueltas en redondo. Tiemblan las rodillas, se humedecen las manos, se seca la boca. El corazón se arranca por la garganta y las pupilas son pozos sin fondo.

Uno puede caer. O no. Depende de qué tan certero sea el pasamanos o de qué tan cerca haya un abrazo. Depende de si tenemos un oído donde estacionar el miedo, que calibre nuestros propios oídos y que haga pasar el mareo.

El vértigo puede ser una enfermedad mortal. Pero también puede ser un pasadizo secreto. Dicen que quienes lo traspasan, a veces, en lugar de fracturarse el alma, aprenden a volar.


Cronopio escuchando Exploration (Bruno Coulais)

miércoles, enero 13, 2010

The L word

Graffiti: Bansky


Se vive con mezquindades, con rabia, pena, miedo y torpeza. Se vive con incertidumbre, armas, hambre y pobreza. Se vive precariamente y a patadas, se vive sin tener idea.

Pero a veces nada de eso importa y uno se siente risueño y es verano, y la ropa no pesa. A veces paseas como si no tuvieras edad por el parque en bicicleta. A veces la gente te mira y sabe que andas bajo el efecto de alguna droga perversa.

Y tú la conoces. Y te gusta. Y te la fumas, te la tragas y te la inyectas.

Cronopio escuchando Pequeña serenata diurna (Silvio Rodríguez)

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