Rodar

Lo que le gustó de Tokio Blues al Semi, fue que pusiera una escena en la que un osito rueda con la chica por una ladera de tréboles. Lo que verdaderamente le prendía no eran el osito ni Midori, sino la idea de rodar. Porque una de las cosas felices que el Semi hacía con uno de sus grandes amigos era exactamente eso: dejarse ir desde lo alto, como un cilindro livianito, y quedar todo revuelto de pasto y de flores y de olor a tierra.
Mirar a ver quién quedaba más despeinado, reírse muy alto y saber que lo importante, cuando eres grande, es tener un amigo con el que puedas ser chico cada vez que quieras.
Cronopio escuchando Norwegian Wood (The Beatles)