El desentierro del dinosaurio

"...y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles y de puentes.
No estarás para nada, no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti."
Julio Cortázar. "El futuro".
Un pasadizo. Hoy encontré un pasadizo hasta tu existencia y desenterré tus cartas, que ya parecen de hace un siglo. Leo lo que escribías en el fin del otoño y el comienzo del invierno y me vuelvo a sentir tibia y mágica, como entonces. La corriente brutal de tus palabras vuelve a arrastrarme en estos días de verano, y vienen piedras y espinas en este cauce del recuerdo.
Te quise, Dinosaurio. Y hoy que tomo estas hojas inasibles en la mirada, vuelvo a quererte y a maldecir por lo que pudimos haber sido y no fuimos. Por la mano que no desempuñé a tiempo, por la generosidad que no te regalé, por el silencio que no supe cultivar cuando era el instante de callar. Noto los flujos de sangre que me conectan con la vida, con esa construcción intelectual en la que lo único verdadero eras tú, porque todo lo demás era encontrable en otros sitios.
Eras un suicida, lo dijiste tantas veces. Cómo iba yo a saber que en el arrojo de tu existencia se jugaba también mi muerte. Emprendí la huída con pasos vacilantes y tú desapareciste en la dirección contraria, más rápido que el olvido. "Es absolutamente necesario que no te muevas ni un segundo luz", debí haberte gritado entonces, aunque ya era tarde, como siempre que se quiere limpiar dignamente un estropicio.
Tal vez el luto se complete con esta nostalgia sonriente, con este reencontrarte sabiendo muy bien que no estarás, y quererte otra vez, de la vida a la tumba, como una arqueóloga disciplinada que encuentra, incompletos, los restos del animal extinguido. Tomo este esqueleto y puedo, si pego mi oído, escuchar todavía la respiración de la carne.
Entre la ferocidad y la sinrazón del lenguaje ronda tu fantasma. Entierro tus cartas. El futuro no es atrás.