Sincronicidades

Dibujo: Melom
Soñé con esos juegos antiguos de pelotitas, donde debes hacerlas chocar entre sí, arriba y abajo, y se abren como alas y se chocan en los extremos, impulsándose mutuamente. Pelotitas solidarias. Era un juego verde. Soñé que muchas personas tenían de esos juegos y hoy, al mediodía, un niño iba haciendo sonar ese juguete imposible y anacrónico, de pelotitas rojas. Juro que esto es cierto.
Entonces vuelvo a las sincronicidades y afirmo que existen.
Existen, aunque sean la molesta subversión que amenaza lo racional.
Existen, aunque uno no haya leído nunca a Jung. Ni al Tao.
Existen, y de tanto en tanto, le dan cuerda a esa utopía, a ese aliento, a ese espejismo, la fe.
Como encontrarse con un cronopio improbable y fundamental, tantas veces, en la calle.
Como una llamada que libera las horas, justo cuando se la re-quiere.
Como perder el último bus en un puerto y ganar tantas otras cosas.
Como una veta que se abre desde la psique hacia lo profundo del universo, y que se salta la barrera de la fenomenología.
Como decir quiero, y que se pueda.
Como pensar ojalá, y que algo ocurra.
Como cruzar los dedos igual que a los cinco, pidiendo algo mejor que lo esperable.
Entender que no. Rogar que sí.
Cronopio escuchando A primeira vista (Chico César)
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