.jpg)
Yo una vez tuve bichos. Estaba en el colegio, en quinto, y ellos estaban en la cabeza. Cuando me los descubrió la señora Jo, salí corriendo a la ducha, y me moría de asco de refregarme el pelo. La mamá también. El papá, en cambio, me secó el pelo con una toalla y me dijo que no era tan terrible, que yo era como un ecosistema, que parece que es algo bueno en general, pero no tanto cuando es en los rulos de uno.
Y también he tenido bichos ahí abajo. Es mucho más doloroso que arriba. Mucho más. Te dan ganas de hacer pipí para siempre, y arde tanto tanto que tienes que llorar un poquitito, por más valiente que seas. También dan fiebre. Por eso mi papá no lo encontró tan divertido. Menos cuando volvieron, los bichos. Y cuando volvieron a volver, porque entonces me pusieron en la muñeca una mariposa, que no es un gusanito con alas, sino un coso metálico que te atornillan a la sangre para meterte un líquido que también duele y que, además, a mí me hizo sangrar la nariz. Pero no encontraron nada, parece.
Ahora, por suerte, ya no tengo bichos de ésos en ninguna parte. Aunque la profesora dice que siempre tenemos en un sitio que no puedo decir, pero que eso es "normal". Normal es una palabra muy fea, porque quiere decir "nada especial".
Pero lo que le pasa al loco de la barba sí es espectacular. Dice que tiene unos bichos en la guata, pero que no le hacen mal. La mamá dice que hay unos gusanos que viven en las guatas de algunas personas, y que si uno no se da cuenta de que están, se comen tu comida antes que tú, y tú te vuelves flaquita y triste. Y el loco es flaco, pero no es triste. Se ríe todo el día, incluso solo. Él dice que son los bichos, que lo hacen reír.
Y no quiere ir al médico, el flaco. Quiere cuidar sus bichos de adentro y dice que son bonitos aunque yo no los pueda ver. Él sí, dice. Dice que nada de gusanos, sino unas mariposas acuáticas que le viajan por todo el cuerpo, y que si se descuida, se le escapan por el ombligo. Dice que el que se asusta de esos bichos es porque se olvidó de cómo hacerlos vivir.
Como todos dicen que el loco está loco, yo creí que decía eso de puro ídem. Pero ya no. Porque ayer vi a ese niño chino que vive al otro lado del parque. Y estuvimos conversando y de repente yo hablé algo divertido y él dijo que yo estaba loca a veces, y se rió con sus ojos chinos. Y me abrazó.
Entonces sentí que me cosquilleaba la panza y me levanté la polera para mirar. Y los dos vimos cómo salía un alita mojada y otra después, y una mariposa naranja lindísima, que me caminó por la piel y después se perdió, volando en la lluvia.
Me toqué el estómago y sentí aletear varias más. El niño chino debe creer que la que se fue es la única que tengo, y es mejor así. Porque pensará que yo ya soy normal y no tendrá susto de que otro bicho salga volando si me toca otra vez.
No diré nada, pero voy a abrazar al loco fuerte-fuerte.